"Entonces los llamaron y les ordenaron estrictamente que no hablaran ni enseñaran más acerca de Jesús. Pero Pedro y Juan les respondieron:
—Decidan ustedes mismos si es mejor obedecerlos a ustedes o a Dios."
Hechos 4:18-19
La Escritura señala que la autoridad civil ha sido establecida por Dios y, por lo tanto, debemos someternos a ella. Este principio debe ser respetado incluso cuando las leyes o mandatos nos resulten incómodos, injustos o desfavorables. Sin embargo, dicha obediencia no es absoluta ni ilimitada.
Al reflexionar sobre la instrucción del Apóstol Pablo en su carta a los Romanos sobre la sujeción a las autoridades, muchos argumentan que el gobierno de su tiempo era mucho más tiránico que el nuestro. De este modo, consideran que hoy deberíamos estar aún más dispuestos a acatar las leyes en virtud de las garantías que nos ofrece nuestra civilización moderna.
No obstante, en el pasaje de Hechos que meditamos hoy, la actitud de los apóstoles deja claro que la sumisión a la autoridad tiene un límite: cuando las leyes humanas contradicen la ley divina o restringen la libertad que tenemos en Dios. Esta libertad no consiste en hacer lo que deseamos según nuestra propia voluntad, sino en obedecer los mandatos y el llamado que Dios nos ha dado.
Cuando las leyes o mandatos de las autoridades desafían, limitan o desconocen el propósito de Dios para los individuos o las naciones, como ocurrió en la Iglesia Primitiva, debemos tomar la misma decisión que tomaron los apóstoles: obedecer primero a Dios antes que a los hombres.
Por eso, hoy te animamos a ejercer sin vacilaciones tu derecho de objeción de conciencia, un derecho que no proviene de las constituciones humanas, sino de Dios mismo, quien te creó a Su imagen y semejanza. Este derecho está fundamentado en el mandato cultural de Génesis 1:28 y, gracias a Dios, se reconoce en nuestro marco jurídico en Colombia.
Es urgente y necesario que ejerzamos este derecho frente a las crecientes leyes que promueven prácticas como el aborto o la eutanasia, las cuales contradicen el derecho fundamental a la vida, consagrado tanto en la Constitución de 1991 como en la ley divina. Estas leyes, más allá de cualquier disposición humana, usurpan la autoridad de nuestro Creador, quien es el único Autor y Dueño de la vida, y nos llama a defender a los indefensos y a levantar la voz por aquellos que no tienen voz.
La objeción de conciencia es un mandato ineludible ante el avance implacable de ideologías que, bajo el pretexto de la tolerancia, imponen limitaciones a la libertad de expresión. En Colombia, por ejemplo, se busca legalizar la castración farmacológica y quirúrgica de niños, niñas y adolescentes, ignorando la responsabilidad de los padres y vulnerando los derechos de menores que no están en condiciones de tomar decisiones tan irreversibles como la elección de su identidad sexual.
Además, la objeción de conciencia se convierte en una herramienta esencial para enfrentar la legalización del uso recreativo de drogas alucinógenas, que solo lleva a mayores adicciones y a la destrucción de la sociedad.
Ante las crecientes restricciones a la práctica y promoción de nuestra fe, y frente a cualquier ley que desafíe los principios del derecho natural y la moral divina, debemos proteger nuestro sagrado derecho de conciencia. No podemos ser obligados a actuar o pronunciarnos en contra de nuestras convicciones más profundas.
Así como los apóstoles en el primer siglo y tantos otros a lo largo de la historia, no temas a las consecuencias de defender tu fe y elegir obedecer a Dios antes que a los hombres. Aunque esa decisión pueda acarrear adversidades temporales, tu fidelidad a Sus mandamientos será recompensada con prosperidad y salvación.
Christian Concern Colombia, a través de su Centro Legal, ha sido pionero en la defensa del Derecho Fundamental de Objeción de Conciencia. Te invitamos a unirte a este esfuerzo para que, al igual que en los tiempos de los primeros creyentes, la luz de Jesús brille a través de hombres y mujeres valientes, que no temen a los poderosos de este mundo, sino que solo se arrodillan ante el Autor de la Vida.
2 respuestas
Somos parte de la voz unida a favor nuestros niños y niñas
Sirvo en un ministerio de niños. Creo que en la más tierna infancia debemos iluminar su pensamiento con este tipo de información ¡gracias!